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Balance generacional

PS5 y Series X/S van a cumplir un año. Reflexionamos sobre cómo ha sido el primer año de la nueva generación, y su probable futuro. Además, en el vídeo Andrev Aurealov regresa a Perspectiva Cenital, con una nueva entrega de Пусть говорят.

 

 

    Vivimos en un meme. Desde hace año medio, estamos atrapados en una imagen icónica: la ficha minúscula de dominó, que hace caer a otras más grandes. De comer pangolines en China hemos pasado a una debacle mundial, cuyas consecuencias se sienten a todos los niveles. Ante una tragedia que ha costado, cuesta y costará millones de muertos, hablar de videojuegos resulta frívolo; un first world problem en toda regla. Pero precisamente por eso, porque necesitamos alejarnos de esta realidad, evadirse con estos contenidos nos viene bien. Después de todo, tal es la vocación de esta vuestra página.

    En unas semanas se cumple el primer aniversario de PS5 y Series X/S. Un año da para mucho, pero no este año. Las nuevas consolas han tenido algún destello de grandeza, varias decepciones, y una alarmante escasez de “chicha”. ¿Recordáis la escena del carrito de Austin Powers? Tanto Sony como Microsoft se han visto en las mismas. A pesar de las actualizaciones de sus dispositivos, el relevo generacional era irremediable y necesario. Los estudios han logrado proezas con PS5 y One (más bien One X); pero niños, es que estas máquinas se lanzaron en 2013. Son incapaces de manejar los AAAs sin tediosos tiempos de carga; e incluso un simple menú echa a volar su ventilación. Un cambio inevitable, pero que llega en el peor momento posible. Los beneficios de un posible retraso se descartaron, y ambas compañías dijeron avanti. Sony salvó los muebles con un par de exclusivos, y algún first party que lucían bien en PS5. Microsoft no tuvo esa suerte. Halo Infinite, buque insignia de la consola, no pudo acompañarla por encontrarse en estado calamitoso. Series X y S se hubieron de contentar con juegos third party, y el gancho del Game Pass. Aunque, siiendo honestos, es injusto cebarse por esta batería de lanzamientos. Si echamos un vistazo al catálogo de lanzamiento de PS4 y One,  no había diferencias radicales respecto a sus sucesoras. Tampoco las encontramos comparando su primer año de juegos. Incluso sus campañas de otoño arrojan similitudes: en 2013, ambas consolas lanzaron uno o dos exclusivos por estas fechas. One tuvo Sunset Overdrive y Halo: The Master Chief Collection; y PS4 se apoyó en Driveclub. Casi igual que en estos meses, con el lanzamiento de Forza Horizon 5 (Series X/S) y Deathloop (PS5), si bien este último es exclusivo temporal.

    El foco hay que ponerlo, por supuesto, en la pandemia. La escasez de componentes dificulta la fabricación de consolas. Tanto Sony como Microsoft se vanaglorian de sus ventas; pero es el chocolate del loro. Las escasas unidades que salen a la venta, desaparecen en pocos segundos. Muchas veces acaban en manos de especuladores; un problema que sigue sin atajarse. Aun teniendo en cuenta las circunstancias que vivimos, es inaudito. Un año después de su lanzamiento, es una odisea adquirir una PS5/SX por vías legales; muy difícil por venta online, e imposible en tiendas físicas. Esas mismas ventas que enorgullecen a las compañías, podrían multiplicarse en estas fechas. En cambio, de nuevo viviremos las Navidades imaginarias de Rod y Tod, sin consolas en las tiendas.

    Los efectos pandémicos son extensibles a los estudios, aunque aquí cabe darles un tirón de orejas. El comodín del retraso ha salido a relucir todo el rato; muchas veces, arguyendo los problemas del teletrabajo. Una excusa poco sólida: varias compañías, como Sega o Insomniac, han logrado completar sus desarrollos en la fecha prevista. El hecho es que muchos aplazamientos se realizan pensando con el bolsillo. Algunos se deben a que el juego está verde; lanzarlo puede desembocar en un vapuleo, con el consiguiente daño en las ventas. Otras veces, los retrasos buscan no coincidir con otro AAA o un juego first party. Y en tercer lugar, está el elefante en el salón: no hay suficientes jugadores de nueva generación.

    Ahora mismo, lanzar un exclusivo es altamente arriesgado. No es tanto un problema de ventas bajas, como de base de usuarios. El parque de PS5 apenas roza los 12 millones; tal vez menos, según la cantidad de consolas que estén ‘paradas’ en manos de especuladores. Frente a esa cifra, los apabullantes 117 millones de usuarios de PS4; cantidad que será superada antes de que termine el año. Microsoft se ha ahorrado estos problemas: Series S, la hermana pequeña de su consola next gen, es compatible con la mayoría de títulos. Además, tiene sobrada disponibilidad en las tiendas. Aun así, los de Redmond se pegan un tiro en el pie. Cuesta entender el atractivo de Series X; una consola sin apenas exclusivos, y cuyo catálogo se puede disfrutar en S, PC y hasta en la Nube.

    Mientras tanto, Sony ha ido reculando. Aquello de “creemos en las generaciones” era una trola, impedida por una realidad en la que no salen las cuentas. Nos han entregado exclusivos como Demon’s Souls, Returnal o R&C: Una Dimensión Aparte. Pero ahora, toca apretarse el cinturón. Varios de los que se prometían como exclusivos de PS5 han dado un paso atrás, compartiendo la jugosa base de usuarios de PS4. Toca comer crossgen con patas, con el inevitable lastre tecnológico. Como es lógioc, los estudios ven limitados sus desarrollos. No pueden explorar el potencial de la next gen, por el peaje de comprimir sus juegos para un hardware de hace casi una década. Otros estudios optan por la ley del mínimo esfuerzo. Sus “versiones PS5/SX” son apenas un lavado de cara, que en ocasiones es indistinguible de las contrapartidas originales. Este hecho, el de las conversiones pobretonas, viene a echar sal en la herida sobre otra controversia. Cuando vienen vacas flacas, se terminan los regalos. Después de lanzar el globo sonda con el upgrade de Horizon: Forbidden West, Sony metía la puntilla. En adelante, las actualizaciones de juegos como GOW: Ragnarok o Gran Turismo 7 serán de pago. El suyo es el paso final de una tendencia iniciada por otros: la de cobrar por la actualización o “pagar dos veces” un mismo juego.

    Esto debería cambiar a partir de 2023. Juegos como Marvel’s Spider-Man 2 serán exclusivos de PS5; al igual que la versión para consola de Forspoken. Pero no hablamos de una fecha muy remota. Por más que Sony y Microsoft crucen los dedos, no es seguro que en 15 meses la situación dé un giro radical. Una apuesta prudente sería suponer que, tal vez, el menú del próximo año sea este: entrantes de “co-pago”, primer plato de cross-gen y un segundo de retrasos. El ansiado postre, esos exclusivos de auténtica nueva generación, puede que se reduzca a un par de cucharadas.

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