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Aum Shinrikyo

   Durante décadas los videojuegos han sido demonizados, acusados falsamente de ser los detonantes de asesinatos, crímenes y agresiones. Hoy día el debate está casi muerto, con infinidad de estudios que prueban la influencia positiva de los juegos y los eximen de toda responsabilidad en los actos de individuos perturbados. Pero ¿y si adoptamos la perspectiva opuesta? Los juegos, en tanto que son obras, pueden servir como medios a un fin. Fines que no tienen por qué ser positivos, y que van desde lo subversivo para provocar una reacción, hasta la perversión genuina.

 

VERDAD SUPREMA

 

 

Si existe un manual para líderes de sectas, Shoko Asahara (nombre real: Chizuo Matsumoto – 1955, Tokio) lo siguió al dedillo; incluyendo el nacimiento en una familia sin recursos y la clásica tara física, representada aquí por la ceguera en su ojo izquierdo. De hecho fue inscrito en un colegio para ciegos, donde aprovechó su ventaja para ser un matón. Después de graduarse desarrolla interés por la religión, sumergiéndose en diversas prácticas en busca de la ‘iluminación’. Se convierte en erudito en astrología china, taoísmo, yoga esotérico, meditación y budismo. Este periodo de aprendizaje culmina con su ingreso en la secta de Agonshu, que predica la iluminación por medio de 1000 días de ofrendas. En castellano: paga y subirás de nivel, como en la Cienciología. Shoko toma buena nota de estos preceptos, y empieza a idear su propio culto. Ofrece clases gratuitas de yoga y meditación en su hogar, y poco a poco forma un grupo de adeptos. Al cabo de unos meses y tras un viaje a la India, declara haber alcanzado la iluminación. Sus acólitos no dejan de crecer en número, y en 1989 Asahara logra registrar su grupo como religión organizada. Había nacido de manera oficial Aum Shinrikyo, ‘La Verdad Suprema’.

El credo de Verdad Suprema es un potaje de los sutras budistas y tibetanos, yoga, Taoísmo, las profecías de Nostradamus y los numerosos textos del propio Asahara. El ascetismo es un precepto fundamental, y para subir de nivel en el culto es necesario obrar milagros como dejar de respirar o alterar el campo electromagnético; parámetros que miden con aparatos similares al E-Meter de los cienciólogos. Son patrañas que los seguidores de Asahara se tragan gustosos, pero su líder las lleva un paso más allá. Shoko era buen conocedor de la cultura popular japonesa, una perspicacia que le permite captar seguidores entre la gente joven. El poderoso aparato económico de la secta le permite aparecer en televisión, publicar anuncios de prensa y hasta producir su propio anime. En todas partes se lanzan sus reclamos, asegurando que los miembros de Verdad Suprema pueden levitar o leer la mente. Así logra conectar con el imaginario de cientos de personas, criadas leyendo mangas de héroes con increíbles poderes. Pero el magnetismo de la secta no se queda en seducir a chavales impresionables: también apela directamente al corazón del japonés medio, que sufre un vacío espiritual por el capitalismo desaforado que rige el país, y que se siente constreñido por unas normas que castigan el individualismo. El tercer elemento crucial para la captación es alertar sobre un inminente apocalipsis. El fantasma de una gran catástrofe (bélica, natural y por supuesto, nuclear) está incrustado en la psique de cualquier japonés,  por lo que las enseñanzas de Asahara resuenan en cada vez más gente. Es así como Verdad Suprema recluta no sólo a jóvenes y adolescentes, sino también a algunas de las mentes más brillantes de las universidades del país. En total el culto superó los 10.000 miembros en Japón y los 30.000 en su delegación rusa.

   El éxito de Aum Shinrikyo es incontestable. El culto dispone de grandes instalaciones con tecnología puntera, y los fondos son prácticamente ilimitados. Del mismo modo crece la megalomanía de Asahara, quien ya proclama ser la reencarnación de Cristo y Buda. Sus delirios se manifiestan en el trato que da a sus acólitos, con Verdad Suprema convirtiéndose en una mezcla de secta destructiva y organización criminal. Los miembros son sometidos a ritos que incluyen la inanición, el consumo involuntario de LSD o la ‘purificación’ por medio de baños en agua hirviendo. Son muchos los que mueren, muchas veces directamente asesinados por Shoko o sus lugartenientes. Los cuerpos son incinerados en hornos microondas a escala humana, para después esparcir sus restos en un lago. Pero al contrario que en otras infames sectas, las prácticas de Verdad Suprema van más allá de sus instalaciones.

Los insensatos que intentaban abandonar la secta eran asesinados sin contemplaciones. Y si Shoko averiguaba que algún miembro era de familia pudiente, secuestraban a su pariente más acaudalado y exigían rescate por él. Verdad Suprema también ofrecía curas milagrosas, que se traducían en el pago forzoso de facturas millonarias. En el cénit de su poder, Asahara encargaba la eliminación de individuos molestos, como los periodistas que investigaban sobre la secta, o abogados como Tsutsumi Sakamoto. En  octubre de1989, cuando la secta acababa de conseguir su estatus oficial, Sakamoto preparaba una querella contra Verdad Suprema, que podría desembocar en la bancarrota de la secta. Un mes más tarde, cuatro miembros de la secta entraron de noche en la casa de Sakamoto. Inyectaron cloruro de potasio al abogado, su esposa y su hijo de 1 año. El veneno tardó en hacer efecto, por lo que golpearon a Sakamoto en la cabeza con un martillo. Su mujer fue pateada por el grupo, y el niño asfixiado con un trapo. Los cuerpos fueron introducidos en bidones y enterrados en distintas zonas rurales.

Volvamos a esos brillantes universitarios que entraban en la secta, fundamentales en los próximos acontecimientos.

 

20-3-1995

 

 

El temor al fin del mundo era dogma de fe en Verdad Suprema. Para prepararse ante el apocalipsis y también para defenderse del ‘gobierno opresor’, Asahara quería disponer de un arsenal a la altura. El líder estaba sobre todo interesado en armamento químico. Los científicos y universitarios reclutados por el culto trabajaban desde 1993 en los laboratorios de la secta, preparando una selección ‘cremita’ de armas químicas: Ántrax, VX, gas sarín, Fiebre Q y otros agentes nerviosos eran producidos a gran escala. Pero antes hubo que probarlos.

El gas sarín funcionaba muy bien con ovejas, mientras que el VX les vino de perlas para atacar a desertores y otros objetivos, entre ellos un supuesto espía en diciembre de 1994. Dos miembros de VA le rociaron el cuello con VX;  el hombre corrió tras ellos, pero poco después cayó derrumbado y entró en coma. Falleció al cabo de 10 días, y es la primera víctima documentada de VX. Pero para matar a varias personas a la vez la mejor opción era el sarín. Así lo comprobaron en junio del 94, al esparcir una nube de este gas sobre un grupo de casas en Matsumoto (Nagano). No era un objetivo al azar, sino que se trataba de los hogares de varios jueces que trabajaban en una demanda contra la secta. El sarín mató a siete personas y causó daños a más de 500. La policía culpó a un vecino de la zona y no sospechó de Verdad Suprema.

Los delirios de Asahara trazaron un plan claro en su mente. Si el apocalipsis no llegaba, habría que provocarlo. O al menos, derrocar al gobierno actual y declararse a sí mismo emperador de Japón. Es así como se ordena el ataque del 20 de marzo de 1995, en plena hora punta del metro de Tokio. Cinco miembros de VA se repartieron por la red del suburbano, cada uno con dos paquetes de gas sarín. El sarín estaba en forma líquida dentro de bolsas (sumando unos 10 litros por atacante), envueltas en papel de periódico. Una vez llegaban a las estaciones acordadas, los atacantes dejaban caer los paquetes y los pinchaban con la punta afilada de un paraguas. El sarín se evapora en contacto con el aire, por lo que los perpetradores abandonaron los vagones de inmediato. El gas se esparció al instante por todos los trenes y estaciones, demostrando su eficacia para inhibir los músculos responsables de la respiración. En total 13 personas murieron asfixiadas y más de 6.000 sufrieron daños de diversa consideración. Dentro de la gravedad del suceso, el balance es más positivo de lo que parece: el sarín se dispersó pronto por los túneles y no tardó en perder su eficacia. La mayoría de víctimas fueron operarios del metro, que se encargaron de ayudar a salir a los viajeros. En cuanto a los heridos, el mayor porcentaje fue provocado por la histeria, con 17 personas gravemente afectadas, 37 con daños severos y cerca de un millar con daños menores, como problemas de visión.

En un primer momento se sospecha de Corea del Norte, pero la policía no tarda en reunir pruebas de la implicación de Aum Shinrikyo. Se procede a detener a decenas de sus miembros, y las sedes del culto son registradas. En ellas se encuentran laboratorios para producir armas químicas en masa, e incluso un helicóptero ruso con el que preparaban un atentado a gran escala. De manera paulatina los responsables del atentado son localizados y capturados, incluyendo a Shoko Asahara, detenido poco después del atentado y al que encontraron meditando en una habitación insonorizada. La mayoría de los culpables fueron condenados a muerte, entre ellos el propio Asahara, que a día de hoy sigue esperando que se cumpla la sentencia. Casi todas las sedes de Verdad Suprema fueron desmanteladas, con la mayor parte de sus dirigentes procesados por la ley anti-subversiva.

Pero la organización no fue prohibida y siguió operando con normalidad.

 

KAMIKUISHIKI-MURA MONOGATARI

 

 

Descabezada Verdad Suprema y bajo intensa vigilancia policial, podría parecer que este es el final de la historia. Pero lo cierto es que la secta pudo seguir con sus enseñanzas, si bien introdujeron ciertos cambios cosméticos. Desde el 2000 Aum Shinrikyo se hace llamar Aleph y, a pesar de mantener ciertos preceptos de Asahara, reniegan de los atentados y piden perdón por ellos. También han creado un fondo de ayuda para las víctimas, algo que se pueden permitir holgadamente. Aum/Aleph ha seguido teniendo grandes ingresos, cercanos a los 40 millones de euros anuales, fruto de sus tiendas de informática (en serio: tenían un pequeño emporio de venta de ordenadores), sus seminarios y, por supuesto, las aportaciones de sus miembros. Las autoridades sitúan la cantidad actual de fieles en cerca de 2.000 personas, y las instalaciones del culto que no fueron clausuradas siguen operativas.

Antes hemos hablado de cómo Verdad Suprema conocía los códigos y aficiones de la gente joven. Hoy día la secta se vale de las visitas a los campus o las redes sociales, pero en su trayectoria han tocado todos los palos de la cultura popular. Los libros y panfletos de VA son prácticamente mangas, en los que se explica cómo obtener superpoderes con las enseñanzas de Asahara. Y para los otakus más puristas, la secta también produjo su propio anime: un vídeo de reclutamiento con Shoko levitando, lanzando rayos y otras habilidades saiyanescas. Verdad Suprema tenía hasta su propia band J-Pop, con canciones compuestas por el propio Asahara.

La vasta producción cultural de Verdad Suprema incluye el motivo de este reportaje: un videojuego. Kamikuishiki-mura Monogatari es un juego de gestión de recursos para PC-88. En él nuestro objetivo final es reproducir el ataque con gas sarín en el metro de Tokio. Los gráficos (una combinación de assets dibujados con Paint, folletos y anuncios de VA, junto a diversas fotos y vídeos) son tan pobres como el sonido; pero en cambio el desarrollo es meticuloso. Con imágenes reales de las instalaciones y maquinaria de la secta, el juego detalla cómo preparar el gas, qué tipo de envases usar, cómo esparcirlo por el aire o si se pueden contaminar ríos con él. Un auténtico manual sobre cómo provocar un atentado, intercalado entre las imágenes religiosas de la secta. Pero el juego también funciona como crónica de Verdad Suprema, recorriendo todos sus logros a la vez que muestra el impacto mediático del ataque de Tokio, por medio de imágenes de archivo extraídas de las noticias.

La compañía responsable del juego se llama (sorpresón) Aum Soft. No es más que una tapadera de la propia Aum Shinrikyo, productora de este juego destinado a captar nuevos fieles. Hay que enfatizar esto: una secta terrorista crea un videojuego en el que el fin último es provocar el pánico en Tokio, llevando a cabo el mismo atentado por el que los miembros del culto fueron condenados. No solo eso, sino que el juego se produjo después del atentado; cuando Verdad Suprema estaba en el ojo del huracán, con la policía deteniendo a sus integrantes y cerrando sus sedes. La misma Verdad Suprema que hoy día pide perdón a las víctimas y reniega de Shoko Asahara. Lo que debió ser la derrota de Aum Shinrikyo es convertido (por la propia secta) en un triunfo y motivo de orgullo, en un hito con el que predicar su mensaje. Cuando estalla una polémica, la mayoría de grupos religiosos dejan que se enfríen las cosas y esperan un tiempo prudencial. Pero Verdad Suprema no es como la mayoría.

A medida que avanzamos en el juego se redobla la glorificación de Asahara, por medio de vídeos y dibujos: Shoko curando a un enfermo; Shoko levitando; Shoko haciendo que inyecten a otra persona el agua de su bañera. El juego nos conmina a seguir los preceptos de Verdad Suprema hasta las últimas consecuencias, con dos desenlaces posibles: uno ‘malo’ y un final ‘bueno’, en el que alcanzamos la iluminación tras completar con éxito el ataque del metro de TokioKamikuishiki-mura Monogatari es de una exquisita perversidad conceptual, limítrofe con las obras más malsanas de otros campos, como pueda ser el noise/power electronics. Por ejemplo, se contraponen fotos de las víctimas en el atentado con alegres vídeos de bailes de Verdad Suprema. Amor y horror bajo un blanco y negro granulado.

Existen docenas de juegos cristianos ‘educativos’, al igual que juegos que hacen proselitismo, muchos de ellos producidos por regímenes autoritarios (o, de forma más subrepticia, por los servicios de inteligencia y el ejército americano, aunque eso sería tema para otro día). Pero el caso de Kamikuishiki-mura Monogatari es inaudito: un videojuego como herramienta no solo de propaganda, sino de captación religiosa. Y sin ambages ni métodos subliminales, directamente glorificando el mayor acto terrorista de Verdad Suprema. No es autoparodia ni exageración. Los creadores de Kamikuishiki-mura Monogatari transmiten alto y claro su mensaje, que es reivindicar un asesinato en masa como acto ejemplarizante. Te proponen ser especial, diferente y mejor, uniéndote a ellos, a los actores de su apocalipsis particular. Kamikuishiki-mura Monogatari es, como lo fue el atentado, un acontecimiento definitorio de Verdad Suprema: el primer y único juego de la historia que sirve como instrumento de adoctrinamiento religioso y terrorista.

 

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1 Comment

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